La región donde hoy se levanta Huancavelica fue dominada en un comienzo por los huancas. Durante la época incaica fue objeto de disputas con los chancas. Según Garcilaso de la Vega, fue dividida en tres partes a las que denominaron Jauja, Marcavilca y Llacsapallanca; esta última se llamaría Huancavelica durante la llegada de los españoles.
En el virreinato se descubren las minas de azogue de Santa Bárbara y su destino cambia radicalmente, convirtiéndose en uno de los más famosos centros mineros de su tiempo. Tal fue su apogeo que el virrey Teodoro la Croix calificó a sus minas como la “maravilla más grande del mundo”. Sin embargo, su esplendor se fue apagando hacia el siglo XVIII cuando se produjeron derrumbes en dicho yacimiento y los trabajos se fueron paralizando debido a las difíciles condiciones de producción.
La pérdida del esplendor económico y social no fue obstáculo para que sus hijos abrazaran fervorosamente la causa de la libertad. Con gesto viril y decidido se levantaron en armas contra las autoridades españolas, apoyando la revolución de Pumacahua.